Quién me escondió mi queso?

Hace ya varios días que en Chile empezó a producirse una movilización de muchos. Un movimiento que, inesperadamente, juntó a habitantes de todas partes, de la mayoría de los grupos socio-económicos, de distintos colores políticos. Hasta llegó a verse marchar juntos a “Los de Abajo” con la “Garra Blanca”.

Es verdad que, colgados de este movimiento, salieron muchos grupos de anarquistas, “capuchas” y personas anti sistema. Muchos partidos y dirigentes políticos han tratado de apoderarse de las protestas; otros han, oportunistamente, declarado que “lo vi venir” o “lo anuncié” o … Estos son los típicos Generales después de la batalla.

La realidad es que la explosión pilló a todos por sorpresa. Gobierno, parlamento, dirigentes gremiales y sindicales, alcaldes y concejales quedaron como conejos delante de un foco frente a lo que pasó y sigue pasando.

Primero, la reacción fue bajarle el perfil y considerar todo cómo otro grupo más de los descontentos de siempre. Luego vino el pánico: guerra civil!, bolivarianismo!, narco ataque! Revolución!, etc. y la reacción consecuente: toque de queda, estado de emergencia, combates callejeros. Es verdad que había que parar los ataques y saqueos descontrolados y que la policía estaba desbordada. Pero esto no era el corazón del descontento, hubo quienes aprovecharon el estado de las cosas para desarrollar prácticas criminales, pero la gran mayoría estaba pidiendo otra cosa.

El título de la canción es Desigualdad y el intérprete es Chile (afortunadamente, y no por falta de intentos, nadie dirige la orquesta).

El modelo de Friedman de que el capitalismo liberal es “el camino, la verdad y la vida” para que los países crezcan y el “chorreo” nos va a llevar a todos a ser felices es tan falso como la posición contraria de que es el socialismo marxista quien lo va a lograr. Ambos carecen de una mirada realista y se basan en utopías falsas. El hombre no es naturalmente bueno; nadie puede pretender dictar “desde las alturas” lo que otro debe ser o hacer; al mercado no llegan todos en igualdad de fuerza; la libertad, igualdad y fraternidad básica de los pueblos es una aspiración no un dato.

Quienes hemos tenido la oportunidad de nacer en una clase social acomodada, la posibilidad de tener una educación de excelencia, de no haber sufrido nunca de hambre o frío, de no conocer la desesperanza de no saber cómo cambiar la realidad que enfrentan, de no poder vivir cerca de donde trabajan, de “saber” que tienes los medios para que tus hijos puedan tener una mejor vida que la tuya, de no tener el temor de llegar a fin de més con lo que hay, de cómo enfrentar una enfermedad, una cesantía o la muerte del que provee los medios de subsistencia TENEMOS un obligación con quienes no lo tienen.

Es un DEBER y una RESPONSABILIDAD en ser un aporte a la sociedad donde vivimos. Es una obligación ÉTICA el tratar de lograr que la comunidad sea, gracias a nuestro esfuerzo y trabajo, mejor que la que recibimos o encontramos.

Esto no significa que no podamos perseguir un beneficio para nosotros y nuestros cercanos, eso es legítimo y va en línea con lo anterior. Significa que esa búsqueda de estar mejor tiene que estar en línea con buscar que TODOS podamos estar mejor.

Siempre me enseñaron que hay cuatro cosas fundamentales para ser una mejor persona, cuatro principios básicos de mi actuar, cuatro “virtudes” básicas: Fortaleza, Templanza, Justicia y Prudencia. Son cuatro elementos muy simples, pero muy complejos.

Fortaleza es tener la capacidad de enfrentar las cosas difíciles sin evitarlas, echarse a morir o acobardarse; Templanza es no dejarse llevar siempre por lo que me es fácil, grato o cómodo. Estos dos elementos son los que gobiernan el cómo actuar respecto a mí mismo.

Justicia es entregar a cada uno de los otros con los que nos relacionamos lo que cada uno merece recibir; Prudencia es no tener actuaciones o reacciones que agredan (de cualquier manera) a quienes nos rodean, es pensar antes de actuar o decir, es cultivar la empatía y ponerse en el lugar del otro y de qué efecto tendrán mis actos en él.

Todo esto parte desde las cosas más simples. Desde dar las gracias y pedir las cosas por favor. Desde saludar y despedirse. Desde saber pedir perdón cuando nos equivocamos y perdonar al otro cuando él lo pide.

Actuar con nuestros subordinados como personas que trabajan “con” nosotros y no “para” nosotros; saber que ellos están haciendo una labor que nos ayuda a lograr algo y que nosotros no podemos o queremos hacer y, en consecuencia, son parte de nuestro camino para lograr un objetivo.

Saber que, incluso teniendo los medios económicos, no podemos tenerlo todo y menos aún ostentarlo frente a quienes no pueden tenerlo. No digo que debamos vivir como pobres, pero tampoco es prudente ni justo hacer gala de lo que tenemos cuando hay muchos que no pueden tenerlo.

Dar a quién lo necesita lo que podamos dar, en la justa medida y reconociendo que, aunque a veces no parezca, puede ser que se lo merezcan. No sólo en lo material, puede haber quién necesite sólo apoyo o compañía o una mano para resolver un problema.

Si nací donde nací, si mi aspecto es tal o cual, si fui a uno u otro colegio no son logros míos; son privilegios que recibí, son los genes, el esfuerzo y trabajo nuestros padres y antepasados. Cada cual debe intentar lograr lo máximo con lo que recibió, en la medida que lo recibió.

Fortuna es una palabra que significa Suerte Favorable, es una cosa positiva y debe generar cosas positivas. Si somos afortunados o tenemos fortuna, tenemos una obligación de hacer algo bueno con ella.

La desigualdad y la discriminación son cosas negativas. Quienes tenemos la capacidad y posibilidad debemos hacer algo para que ellas no existan, ni menos crezcan. Debemos tener la responsabilidad de luchar contra ella. Debemos tener la perspicacia de verlas. Estamos OBLIGADOS a construir una sociedad mejor para todos y la DECENCIA de no actuar en beneficio propio en contra del bien común.

Todo lo que está pasando nos debe hacer pensar que muchas cosas no están bien y tiene que haber cambios. Hay que VER realmente que, si la burbuja explotó de la manera que lo hizo, no es porque todo son construcciones o conspiraciones del enemigo. Ese millón y medio de personas que marcharon en Santiago lo hicieron por algo, no son seres perversos e influenciados ni rivales a los cuales hay que vencer.

Ninguno de nosotros es dueño de la verdad ni estamos libres de error. No somos seres superiores que saben todo. No gobernamos ni podemos definir lo que el otro quiere o necesita.

Hay que saber mantener nuestras creencias y convicciones, pero entendiendo y aceptando que otras personas pueden tenerlas distintas. Hay que saber oír a los otros y valorar lo que dicen. Hay que buscar lo mejor para todos, aunque eso suponga sacrificar algo de lo que es bueno sólo para mí. Eso es vivir en sociedad.

Los primeros versos de un gran poema, que Rudyard Kipling le escribió a su hijo para ayudarlo a ser una mejor persona, dicen:

“Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todos a tu alrededor la pierdan y te culpen a ti.
Si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todos dudan de ti, pero también aceptas que tengan dudas.”

Esto debe ser una enseñanza, para nuestro actuar: nuestras creencias no pueden ser sordas a los que nos rodean.

No temamos al cambio, si lo combatimos probablemente saldremos perdiendo. Cambiemos lo que haya que cambiar, preservemos lo que haya que mantener y busquemos lograr eso que sea mejor para todos.

 

PNB, Nov 2019