UN LEÓN TEMEROSO

En las llanuras de África, nació hace algunos años un pequeño leoncito. Era el único de su camada y su madre lo cuidaba con mucho esmero. Él aprendió a jugar con los otros cachorros de la manada y siempre estaban bajo el cuidado de alguna de las otras leonas. Las más jóvenes los vigilaban cuando las adultas se iban de cacería y cuando volvían las madres, los pequeños esperaban su turno para comer. El joven león se sentía seguro y protegido por todas, pero especialmente por su madre con la que dormía acurrucado todas las noches.

Pero un día pasó algo muy malo. Cuando las hembras regresaron de la cacería, él buscó a su madre pero ella no apareció. Le dijeron que cuando trataban de aislar una cría de búfalo, un macho negro como la noche las había atacado y su mamá se había sacrificado valientemente para permitir que las otras huyeran.

El pobre leoncito quedó desesperado. Aunque todas sus tías se esmeraron en cuidarlo y sus primos siempre lo invitaban a jugar, él se fue aislando del resto de la manada y desarrollo un profundo temor a la cacería porque así había muerto su madre.

Así nuestro león fue creciendo, como todos los machos de una manada no tenía la obligación de salir de cacería y él aprovechaba esta circunstancia para evitar hacerlo. Cuando no quedaba otra opción se encargaba de ayudar en el cercar y separar a las presas, pero nunca era quién apoyaba en dar el golpe final. Además siempre averiguaba que tipo de presas elegirían ese día y cada vez que se hablaba de búfalos, él usaba cualquier excusa para quedarse en la guarida. Si la cacería lo asustaba, el pensar en esos agresivos monstruos negros le producía verdadero pánico.

Pero un cachorro no puede seguir siempre en la manada. El macho dominante puede, quizás, permitir que uno de sus hermanos menores se quede, pero sus hijos macho deben irse y tratar de conseguir sus propias hembras para formar una nueva familia.

Un león adolescente se junta con otros machos jóvenes y juntos van adquiriendo experiencia y fuerza para llegar a ser un adulto fuerte y poderoso, de melena negra y muchos hijos. Sin apoyo de hembras, ellos deben ser capaces de cazar sus propias presas y así cooperando se alimentan y establecen sus jerarquías.

El león de nuestra historia tenía poco que aportar a uno de estos grupos y antes de quedar relegado a ser el último en comer los pocos restos de cada presa, se trasformó en un solitario que sobrevivía precariamente cazando animales pequeños o batallando con las hienas por cualquier resto de las cacerías de otros. No le faltaba valor para combatir por algo, pero le costaba mucho superar el temor a cazar.

Un día, mientras caminaba por la sabana, se encontró con un viejo macho que había sido vencido por su rival quién se quedó con sus hembras. El león estaba herido y muy flaco, porque para un adulto, su gran melena negra, que lo protege en un combate, lo hace muy pesado para resistir algo más que una corta carrera y así le es muy difícil cazar. El joven, en vez de atacarlo, decidió ayudarlo a curar sus heridas y compartió con él la poca comida que lograba obtener.

Así ambos construyeron una sociedad muy rara. El anciano le enseñaba todo lo que había aprendido en sus largos años de orgulloso jefe de una manada y el joven aportaba con el sustento para ambos. De esta manera, nuestro león tuvo una educación muy rara, no es habitual que los machos se preocupen de instruir a sus hijos, ellos aprenden sólo por imitación y observación. Los consejos del maestro fueron haciendo que el aprendiz se transformara en uno de los leones más expertos de la sabana, poco a poco fue creciendo en fuerza y sabiduría, transformándose en un gran macho poderoso.

Una tarde hacia el final del verano, mientras bebían de uno de los ojos de agua que quedaban en la llanura, sintieron un ruido tremendo, era como un trueno que se acercaba aunque no hubiera una sola nube en el cielo. Los árboles se agitaron y apareció un gran búfalo que llevaba su manada a beber. Era un gran toro en su mejor época y sin ninguna provocación decidió atacar a estos leones que estaban en su camino. Aterrorizado, el más joven salió corriendo en busca de seguridad, pero el león viejo ya no tenía la fuerza y agilidad de antes y se vio acorralado por esta bestia llena de músculos y con una cornamenta gigante y afilada.

Cuando el alumno vio el peligro que corría su maestro, ese macho sabio que había dedicado tantas horas a enseñarle y a quién quería como un padre, se enfureció de tal manera que su rabia logró vencer todo el temor y se volvió amenazante con el torturador. En un arranque de furia, emitió un rugido potentísimo para captar la atención del búfalo y arremetió contra el atacante. Un gran salto lo colocó sobre el lomo de la bestia y le clavó con fuerza sus poderosas garras. Con un bramido de dolor, el toro se desprendió de su atacante y volvió sus cuernos contra él. Pero en ese momento, ese que había sido un atemorizado leoncito, se transformó en un imponente macho adulto. Recordó todas las enseñanzas de su maestro y atacó con garras y colmillos el cuello del búfalo y ambos se trabaron en una batalla épica en que cientos de kilos de músculo se enfrentaron en un duelo a muerte. Usando su agilidad logró esquivar la poderosa cornamenta y mientras él se conservaba fuerte, las heridas que causó en el toro lo fueron debilitando hasta que, malherido y bufando un último desafío, cayó muerto.

El vencedor emitió ese impresionante rugido de victoria que se escucha de un lado a otro de la sabana y se acercó a su mentor. Este estaba en sus últimos momentos, los años vividos, un par de costillas rotas y un profundo corte en una de sus patas traseras le iban robando quitando de a poco las energías. Con sus fuerzas menguando, le dio a su alumno sus últimas recomendaciones, le mostró cómo había sido capaz de vencer a uno de los más poderosos animales de la selva, cómo había podido vencer su temor y cómo era ahora un león fuerte, poderoso y en el mejor momento de su vida. Le dijo que debía seguir su destino y construir una familia. Y que no olvidara que, así como él había dedicado su energía a enseñarle, tenía la responsabilidad de traspasar esos conocimientos a una nueva generación. Poco después murió tranquilo y contento.

Toda la conmoción de la batalla y los llamados de valor y pena del triunfador fueron escuchados por un par de leonas jóvenes que habían quedado aisladas de su propia familia. Con mucho cuidado se acercaron a la aguada y vieron a ese macho imponente que vigilaba el cuerpo del búfalo para evitar que las hienas se lo robaran. La naturaleza hizo su trabajo y ambas se dieron cuenta que él era el mejor candidato para formar una familia nueva.

Así se formó la que fue por mucho tiempo la manada más poderosa de la sabana africana. Muchas otras hembras se les unieron, tuvieron una gran descendencia y fueron muchos los cachorros se formaron en un grupo amorosamente cuidado por sus madres y protegidos y aconsejados por su sabio y poderoso padre.

Y nuestro leoncito temeroso, descubrió el coraje y se transformó en el más valiente león que conocieron las llanuras.

PNB 2015