Puede que a unos no les guste, pero cegarse a que todo este movimiento es sólo una intervención perversa de la izquierda es un poco no querer ver la realidad.

Es verdad que los saqueos, quemas y otros tienen una clara sospecha de ser una cosa concertada por estructuras internacionales y grupos locales que buscan (o buscaban) generar un caos y de ahí generar el ambiente para una revolución a lo Chávez.

Pero eso se les desarmó ante una manifestación espontánea y pacífica de una inmensa masa de gente que, por las razones que fueran, pedían un cambio, fundamentalmente en los temas de desigualdad en muchas cosas. Sin cegarse, mucha de esa desigualdad verdaderamente existe (sólo un ejemplo es ver el tema de salud). Esa desigualdad es un tema del estado, no del gobierno. Y es el Estado (los 3 poderes) quién ha debido reaccionar frente a eso.

Un cambio en la constitución no es una panacea que vaya a resolver todo, pero puede ayudar a calmar los ánimos y dejar sin piso a los que quieren seguir con la vía violenta.

Quien quiera que la constitución siga siendo la actual o quiera una nueva, tiene la posibilidad de expresarlo orgánicamente con la fórmula planteada. Es el deber de cada uno el participar en lo definido y ahí plantear sus visiones u opiniones. Un cambio no es perverso en su esencia, puede ser una oportunidad para corregir lo que pueda estar incorrecto y sostener lo que está bien.

Hoy no es el momento de posiciones fanáticas, atrincheramientos o viudeces del pasado. Si queremos ser parte de la solución, no podemos ser parte del problema. Ya no importa si me gustaba A o B, hoy hay un camino definido y lo importante es participar de él, no restarse o aislarse, porque eso sólo va a lograr quedarse fuera de lo que es la realidad actual.

Defendamos nuestras ideas, las que cada uno tenga, de la forma en que se nos ofrece. Quien se reste, no podrá alegar después que el resultado no le gustó.

PNB, Dic 2019