DISCO y DISCOTEQUES
Hace algunos días, ordenando unas cajas viejas que me mandaron de Viña, encontré un paquete bien guardado de discos. De esos que mis hijos llaman VINILOS, pero que para nosotros eran sólo discos. Entre otros, había una edición del Thriller de Michael Jackson que decía “Grammy Awards Nominee”.
Viendo esas antiguas carátulas tan queridas, no pude menos que acordarme de lo importante que fue para nuestra generación tanto la música Disco como las discoteques que la llevaron a su máxima expresión.
A pesar que ahora mayores muchos renieguen de su pasado disco, y muchos hayamos vuelto a nuestras raíces más roqueras, nadie de esa época puede negar que al ritmo de los Bee Gees, Earth Wind & Fire, Lionel Richie o el mismo Jackson pasamos una buena parte de nuestros viernes y sábados bailando y enamorándonos. Como me dijo un sobrino: hay música para escuchar y música para la “pachanga”. El Disco era para eso, para pasarlo bien; quizás por esa razón es que ahora casi no la escuchamos. Los gemidos casi orgásmicos de Donna Summer o la voz profunda de Barry White son cosas que no cuadran en la cabina del auto o el living de la casa. Y esa cadencia lenta de nuestra música “rápida” es un juego de niños frente al desenfreno del Reggaetón o del Tecno actuales.
Pero en esos tiempos el Disco era el rey. Y las discoteques eran las catedrales donde se le rendía culto. La primera y más tradicional de ellas era el Topsy en las alturas de Reñaca; desde su tobogán que pelaba los codos a los descuidados hasta esa rueda con círculos de cuero en la que no podías sentarte sino “recostarte” con tu pareja (y que escandalizaba un poco a nuestros padres más conservadores), pasando por sus muchas pistas de baile hasta llegar a la más baja, la de las Patitas en que pasé un año nuevo memorable, el Topsi era un lugar de culto para muchas generaciones, incluida la mía.
Más de nuestra edad estaba la Disco, en Caleta Abarca. Con sus pisos y muros de alfombra oscura, sus espejos alrededor de la pista con piso de vidrio, las mesas bajas con pisos de tevinil o los cojines al lado de la caseta del Disc Jockey, ese ambiente, todo negro y cromo, era la apoteosis de la Disco “Disco”. Ahí mostraban sus proezas dancísticas los más expertos o bailábamos en filas enfrentadas los que eramos más “troncos”. Ahí conocimos aventuras fugaces o empezamos pololeos más largos. Ya entrados los 80’s, vivimos el principio del Rock Latino con Virus, Soda o los Enanitos Verdes y hasta bailamos la Luna Llena del negro Piñera.
Mientras avanzaba la noche y fortalecidos por algún Tom Collins o un Old Fashion, cuando las cosas empezaban a ponerse más románticas con tu pareja, empezaba la súplica para que el hombre de la música se pusiera un “lento”. Adentro de la caseta, con las 2 tornamesas y el mezclador a perillas, el DJ estaba encerrado en un mundo de discos y ritmos calzados, por la mezcla lograda a dedo. Sólo salía de su mundo cuando quería él mismo bailar algo con alguna pareja que había conseguido conquistar a través del vidrio que miraba a la pista. Él era el rey de la noche, era el árbitro de nuestra diversión, el rector de nuestras conquistas.
Conseguir a alguien con carnet, de los verdaderos o los conseguidos en Puchuncaví, y que lograra que sus padres, o algún tío comprensivo, le prestaran el auto era fundamental. En una época sin obligación de cinturones de seguridad o tolerancias cero, nos embutíamos de a muchos en las ruedas que hubiera. Lo mejor era cuando por razones de espacio, tu pareja tenía que sentarse arriba tuyo, si conseguías eso era romance seguro.
Con todo, ahora en que la mayoría ya somos padres responsables (y algunos ya sean abuelos), recordar nuestros “carretes” Disco nos transporta a esas épocas en que calzados en los Yellow Boots y arreglados en jeans y camisa (o siguiendo las instrucciones del “Efe” no había que ser “bototo” y calzarse los pantalones “amasados” y mocasines Pluma de los 80’s), éramos más jóvenes y las responsabilidades no pasaban más allá de la prueba o la nota.
Aunque hoy nos miren como el sándwich entre la rebeldía de los sesenta y la tecnocracia de los noventa, nuestra época Disco fue un tiempo feliz y despreocupado, finales del colegio o principios de la universidad, antes de empezar a preocuparnos de las cosas de grandes y ya libres de las restricciones de niños.
No reniego de mi pasado DISCO, fue una época feliz de mi vida y cada cierto tiempo revivo la nostalgia y busco algún CD, me pongo los audífonos (para que mis “retoños” no aleguen) y me vuelo al ritmo de “Stayin’ Alive”, “All Night Long”, “McArthur Park” o “Toma tu Sopita”.
PNB 2013
Comentarios recientes
Hola! Mi hija debe hacer su biografía en la cual debe ir su fecha de nacimiento, donde estudió y el año de la publicación de sus libros.usted me podría ayudar con esos datos por favor.
estimado don pablo mi hijo cursa cuarto basico y nos toco leer su libro las aventiras de romeo palote, detective, debemos hacer una ficha de usted y no hay mucha informacion de su fecha de nacimiento
Buenas tarde Pablo.
Por casualidad llegué a "Algunas Letras Compartidas " , donde narras la vuelta a clases , me fascinó , me llevaste de viaje al pasado ...
¡Gracias por tus hermosas narraciones!
Ma
Hola Janett, mi correo es: pnb1963@outlook.es. Encantado de estar en contacto y apoyarte en lo que necesiten. Abrazo