Nací en Viña del Mar hace un poco más de medio siglo, soy Ingeniero Comercial y en mi vida he hecho muchas cosas. Soy scout, juego tenis, hago modelos de aviones, colecciono sombreros, etc. Trabajé muchos años en marketing y publicidad. Pero lo que siempre he hecho es leer mucho, desde que me gané un libro por mi promedio de Castellano en 2° básico, nunca he dejado de tener un libro a mi lado. Y desde hace algunos años, me dedico a escribir cuentos infantiles, crónicas, poesía y muchas otras cosas.

Tengo 3 hijos y ellos son los culpables de que me haya puesto a escribir.

Hace muchos años, un niño de segundo básico recibió un premio. Esto podría no tener nada de especial porque muchos niños los reciben. Pero para mí significó un cambio fundamental, porque ese niño era yo.

            El esfuerzo de un año de trabajo aprendiendo a leer y escribir, me regaló mi primer libro. Estaba dedicado por mi profesora de “castellano”; era uno amarillo, de tapas duras, con un gran caballero en armadura y montado en un caballo gigantesco. En la parte trasera, una silueta de Robin Hood se divisaba detrás de una lista interminable de títulos y autores. El rey Arturo, Guinevere, Lancelot del Lago, sir Gawain, el Príncipe Valiente y todos los caballeros de la mesa redonda, son los culpables de que hoy esté aquí escribiendo. Ellos están todavía en mi biblioteca, un poco destartalados y con sus páginas frágiles y quebradizas, pero presentes.

            Desde entonces descubrí el mundo de la lectura. Aunque ya había aprendido a leer, nunca antes había leído.

Descubrí que ese grupo de páginas, letras y dibujos me podían llevar de viaje a muchos lugares: raros; pasados y futuros; reales e imaginarios. Conocí personajes buenos y malos; feos y bellos; tontos y brillantes; llenos de magia o de realidad. Y cada uno de ellos me hablaba y me contaba cosas nuevas.

Ya más grande, aprendí a conocer cosas más complejas. Cómo pensaba alguien. Qué sentía un autor o personaje. Qué se había estudiado, descubierto, desarrollado, imaginado, inventado, deducido, etc. por las personas a lo largo del tiempo.

“Comí” lectura durante muchos años más, acompañé tardes o noches enteras, sufrí y gocé mi adolescencia, estuve acompañado en penas, alegrías, esperas. Nunca aburrido, nunca sólo.

Un día, hace más de diez años, me pregunté por qué no devolvía un poco la mano; ¿por qué no podía ser yo quién alimentara y acompañara a otro niño?

Entonces me decidí a ponerme a escribir. El principio fue lento, debía cambiar el switch de la forma en que habitualmente me comunicaba por escrito, debiendo aprender a disfrutar el viaje, no sólo el destino. Aprender a transmitir sentimientos, a describir lugares y a contar pensamientos, no sólo datos e información.

Gracias a esto he podido seguir viajando y conociendo, ya no sólo lo de otros, sino también lo que pasa dentro de mí.

Y quizás, algún día, habré podido ayudar a otros a conocer este camino.