ECOLOGÍA, ¡¡pero no profunda!!

Cuando veo cómo se comporta el hombre de hoy y veo la forma en que nos portamos frente a la naturaleza, creo ver una manifestación más del machismo en que nuestras sociedades han vivido durante muchos siglos.

La imagen masculina debe ser agresiva, triunfadora, ambiciosa, competitiva. El hombre usa los recursos a su disposición y trata de sacar el mayor partido posible de ellos. Busca triunfar, contra todas las cosas que pueden poner obstáculo a sus objetivos. Quiere tener más: más bienes, más satisfacción, más seguridad, más capacidad de cumplir sus deseos o los de aquellos que él considera los “suyos”. Como todos los bienes tienen una dimensión limitada, compite con los otros para ser más exitoso en esa búsqueda de sus ambiciones.

Gracias a este “motor masculino” nuestras sociedades han logrado muchas cosas. Hemos sido capaces de crear nuevas y mejores formas de hacer casi todo lo que hemos tratado. Hoy vivimos más tiempo, tenemos mejor salud, más bienestar, más derechos, nos movemos más rápido y manejamos muchísima más información. El emprendimiento nos llevó a descubrir casi toda la tierra conocida, a encontrar y desarrollar nuevos recursos y a vivir mejor. La libertad y capacidad de emprender ha sido un elemento muy positivo para casi todos.

Pero, fruto de este comportamiento también hemos desarrollado un lado más malo. La competencia por recursos ha conducido a las grandes y pequeñas guerras que han sido una constante desde hace miles de años. La rivalidad de creencias, de logros, de ideas o de posiciones ha dejado millones de muertos y heridos. Las ambiciones de logro han enfrentado pueblos contra gobiernos, empleados contra empleadores, generaciones entre ellas, ganaderos contra agricultores, hinchas deportistas y jugadores de equipos o países rivales, etc.

Y también, esta actitud masculina, esta “sociedad machista” en que vivimos hombres y mujeres por igual, ha llevado a un plano casi insignificante (y a veces, casi despreciado) el lado más femenino que es la contraparte que debe equilibrarlo. No puede existir vida sin ambos aspectos. Así como el óvulo y el espermatozoide deben juntarse para lograr la totalidad de la información genética que necesita una nueva vida, lo masculino y lo femenino deben complementarse para lograr una totalidad.

En la crianza de un hijo, son tan necesarios los elementos “duros” de competencia, logro o éxito como esos “blandos” de comprensión, generosidad, nutrición, cariño o amabilidad. Ambos juntos componen “lo humano”. Uno no sirve sin lo otro.

Desde lo más antiguo del hombre y en casi todas las culturas y creencias, estos dos lados de la naturaleza han estado presentes. El sol, la energía vital siempre ha sido lo masculino. La tierra, la base vital, siempre ha sido femenina. Plantas y animales (y obviamente el hombre) necesitan de ambos para vivir. Uno no sirve sin la otra. Junto al “Padre Sol” siempre estuvo la “Madre Tierra”.

Quizás esa visión masculina de nuestra cultura y nuestras religiones, es la causa de que hoy estemos en una crisis, no sólo social sino también ambiental. Si volviéramos a darle importancia a la madre, la tierra, quizás podríamos recuperar el daño que hemos causado.

Si a casi ninguno de nosotros se nos ocurriría maltratar a nuestra madre, porqué maltratamos a nuestro planeta?. Si es tan detestable pensar en explotar a nuestra madre para nuestro propio beneficio egoísta, porqué lo hacemos con la naturaleza? No será mejor considerar que lo lógico es aprovechar lo que ella nos entrega, sin abusar de ella. Ella, como madre siempre tratará de darnos todo lo que pueda, pero ella no lo puede todo. Y, si como estamos haciendo hoy, la tratamos mal, no está ella en su derecho de defenderse y “castigarnos” por nuestro mal comportamiento?

Aquí no hablo de mantener las posiciones machistas ni feministas, de hecho creo que esta “lucha” de posiciones no hace más que profundizar la posición de que la ganancia debe ser lograda con la pérdida de la otra parte. Esencialmente somos todos iguales, es la naturaleza genética la que nos ha asignado ciertas características diferentes, pero ellas no están para enfrentarse sino para complementarse. Sólo haciendo las cosas juntos podremos alcanzar el máximo de nuestras capacidades y posibilidades.

Así mismo, no puedo entender que el desarrollo y la ecología deban ser posiciones enfrentadas o conflictivas. Las dos son necesarias para el ser humano y para el planeta. Debemos poder hacer ambas cosas. Como dije antes, tenemos permiso para usar pero no para abusar. No hay derechos sin obligaciones.

No estoy proponiendo que volvamos a las cavernas o que dejemos de lado los avances conseguidos. Sólo quiero que pensemos un poco en ella y seamos más considerados, más capaces de complementar, no de enfrentar.

 

PNB, Nov 2016